Tengo una foto en mi retina de los paseos por los caminos marcados por la hierba y por las flores silvestres. Una vez pasada la casa de Manolito Catana nos introducíamos en un vergel que aún perdura en nuestra mente y en nuestro corazón.
El olor a tierra húmeda, después de una lluvia fina y pertinaz nos llegaba al alma. Los colores de los árboles y plantas se volvían más verdes, más brillantes, más acogedores. Son sensaciones y sentimientos que aún perduran en nuestro espíritu.
Corríamos por esos caminos, o jugábamos con nuestros carros fabricados con materiales de deshecho. Siempre contentos de disfrutar de la compañía de los amigos en tan excelsa belleza natural.
Nuestra casa era el campo, las paredes eran las montañas de nuestra Aldea, el techo era el cielo azul celeste y la puerta era el mar oceánico que nos acogía principalmente en vacaciones, donde disfrutábamos de la brisa marina, de la playa de las barquillas o del Puerto.
Quedaron muy atrás esas imágenes que nunca volverán, puesto que nuestros ojos dejaron de ser la cámara que todo lo observaba con total exactitud, pero nuestra mente rememora esos sentimientos inolvidables de nuestros primeros años de vida, hace unas cuantas decenas de años.
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1 comentario:
todos guardamos imagenes de recuerdos pasados..y ellas forman parte delalbum de nuestravida...
me gusta como escribes....con la sabiduria del que ha vivido mucho...y la frescura de akel que se renueva cada dia...
te felicito amigo...
un saludo desde la peninsula
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