martes, 30 de noviembre de 2010

Marysol Salval: Escritora chilena


La poetisa Marysol Salval canta a la vida y al amor por medio de sus poemas. Ella vivió en Huaraz, en la sierra peruana, donde convivió con los indígenas, de ahí que conozca el alma de la gente de esa tierra.

Niña Andina

Eres niña, linda flor de los Andes
Te parió tu madre y así moría
Ya tu padre en guerrillas se envolvía
Quedaste sola en un mundo de grandes.

Te sientes miserable y olvidada
En el pueblo que tu angustia cobija
Del hambre y la pena crees ser la hija
Que nació mendiga, desamparada.

En tus ojos hay lágrimas oscuras
Negras perlas que cuentan de tu vida
De la angustia de calles sin salida
Una senda regada de amarguras.

Eres libre cuando ves las montañas
Y al cóndor que se eleva en las alturas
A la llama que corre en las llanuras
Y al guanaco escondido entre las cañas.

Entonces brilla el sol en tu mirada
Se iluminan las piedras del camino
Ya eres llama que pasta su destino
Ya eres cóndor al cielo liberada.

Eres huérfana andina, piel morena
Que aprendió a olvidar las noches malas
En la cima el viento canta en tus alas
Dulce arrullo que brota de la quena.

Dios te hará mujer bella, esplendorosa
Tus manos tejerán mejor futuro
Derribarás de la miseria el muro
Volarás alto, libre y orgullosa.

© - Marysol Salval

Foto: Tanyr35 (www.fotolog.com/tanyr35)

Marysol Salval se acerca al alma humana y describe sus penas, sus alegrías y sus emociones, y tiende puentes con la solidaridad, la compasión y el amor.


Si te dicen que he caído


Si te dicen que he caído

Como cae una piedra rodada en el río

Si te cuentan que hundida me vieron

Cubierta hasta el cuello en légamo frío

No me crucifiques como en Esquilino

Se crucificaba al criminal vencido.

No des vuelta el rostro sin oír primero

Que el tropiezo puede ser el yunque

Donde el golpe seco del padecimiento

Amalgame inclemente un cruel destino.

Si te dicen que he caído

Si tú has sabido que estoy en el fondo

Malaventurada, sedienta en la sombra

Bramando en la orilla como ciervo herido

No me des la espalda, no cierres los ojos

Como el despiadado que no ha concebido

Que el camino es largo y larga es la vida

Que no todo tiene el color de la espiga

A veces se oculta la luz de la aurora

Y te arrastra el fango tras una quimera.

Si te cuentan que hundida me vieron

Solitaria, perdida, sin rumbo alguno

Piénsalo un momento  tan sólo te pido

Y no me señales con dedo extendido.

Yo estoy de rodillas, sé que he caído

Pero quizás mañana desde la ignominia

Pueda levantarme con la frente erguida

Renacer del cieno que ahogó mi lumbre

Y preñada de luz frente al horizonte

Retome la huella que había perdido

Para empezar de nuevo

a andar el camino.



© - Marysol Salval
La poetisa María Soledad Salazar Valenzuela (literariamente conocida como Marysol Salval) nació en Villa Carlos Paz, Córdoba, República Argentina el 30 de  enero de 1960. Sus padres se trasladaron a Arequipa, Perú, cuando apenas contaba un año de vida. Con siete  acompañó a su familia a su nuevo hogar en la ciudad de Lima, donde vivió hasta hace quince años en que se mudó a la zona de Villarrica-Pucón, en La Araucanía, Chile. Cuenta con la  nacionalidad argentina por haber nacido allí, la española por su padre y la chilena por su madre. Publicó un libro de poemas junto con Juan Antonio Quintana en el 2004. Desde entonces no ha dejado de publicar en Comunidades literarias y en blogs numerosos poemas y textos en prosa. Tiene preparados dos libros de poemas para su publicación, uno de ellos de haikus y haigas. Varios poemas suyos han recorrido la red desde el primer momento como son "Si me ves cansada", "Quédate" y "Alzheimer"  entre otros.
Blogs de Marysol Salval:





lunes, 22 de noviembre de 2010

Nuevo terremoto. Me recuerda el de Chile y sus efectos psicológicos


Nuevo terremoto. Me recuerda el de Chile y sus efectos psicológicos.

Eran las 03.15 de la madrugada cuando de repente el edificio comenzó a temblar, primero con suavidad y luego poco a poco se fue incrementando la intensidad hasta llegar a ser horroroso, convirtiéndose en un terremoto de intensidad 9 en la escala de Richter . Me encontraba en un edificio de 20 pisos, con uno más de oficinas y otros tres de estacionamientos. Al momento recordé el pasado terremoto de Chile, el 27 de febrero de este año, cuando corrimos despavoridos hacia el jardín desde donde presenciamos sobrecogidos y atónitos cómo la casa se bamboleaba como si fuese de varillas de junco, o de coligües, y cómo los árboles bailaban al son de la silenciosa música y del ritmo que le proponía el terrorífico sismo, tanto tiempo que parecía que jamás iba a terminar. Pensábamos que aquél sería el último día de nuestra existencia, nos despedimos mentalmente de nuestros seres queridos que se encontraban alejados y pedimos a Dios por nosotros y por todos los que se encontraban en tan peligrosa situación. Pero el terremoto de hoy, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, encontrándome en un edificio de unos 80 m de altura, con las mismas sacudidas en intensidad y tiempo, el sentimiento fue muy distinto, mucho más angustiados por la altura y el material de la construcción. Nos intentamos arrimar a las paredes que se resquebrajaban poco a poco, pero luego grité a mis hijos que nos pretegiéramos bajo el marco de la puerta de la vivienda. Pero de pronto se incendió la lámpara de la sala, y ésta era la única luz que nos permitía ver la dimensión exacta del efecto del terremoto que azotaba la ciudad. Intentamos apagarla, pero pronto percibimos que el incendio no se propagaría por la vivienda, por lo que decidimos dejarla para poder alumbrarnos. Miramos hacia el exterior y vimos cómo se movían los edificios próximos al nuestro, lo hacían como si fuesen de madera. Caían cascotes muy cerca de la gente que abandonaba a toda prisa la zona. Unos corrían a pie, otros se apresuraban alejándose en sus coches. El sismo no paraba, nos preguntábamos angustiados que cuánto tiempo más duraría. Apenas nos podíamos mantener erguidos de tan violentos que eran los temblores. Todo mi cuerpo bailaba a un ritmo frenético, no podía parar. Fue tanto lo que me movía que me desperté y me percaté que me encontraba durmiendo en un autobús que hacía el trayecto desde Santiago de Chile, por la Ruta 5 Sur o Panamericana, hasta La Araucanía. Los intensos movimientos que había sentido eran los producidos por las ruedas del vehículo al pasar por encima de las irregularidades de la carretera.



Este sueño me hace recordar el terrible terremoto que sufrimos en Chile, el 27 de febrero de 2010, y los efectos psicológicos que nos produjo y que quedarán en nuestro subconsciente el resto de nuestras vidas.

Autor: Juan Antonio Quintana

Foto tomada de Google


martes, 16 de noviembre de 2010

En el último mínuto ¡El gol de su vida! (Minirrelato)


El domingo se celebraba el partido más importante del año, el de rivalidad con el otro equipo de la ciudad. Todos estaban en tensión. Llegó la hora del encuentro, el estadio era un hervidero de gente. En el campo se respiraba un ambiente muy caldeado, muchas fricciones y decisiones polémicas del árbitro. Faltaban cinco minutos para terminar  y el resultado era de empate a cero. En ese momento el entrenador del equipo local hizo un cambio, dio entrada a Santiago que había estado soñando toda su vida con ese momento. Se encontraba muy excitado, como en una nube. En el último minuto se lanza un córner y Santiago se eleva sobre todos y conecta un certero cabezazo que entra por toda la escuadra. ¡Goooool! Sale corriendo a celebrarlo. Mira al cielo en acción de gracias. Entretanto, muchos jugadores corren locos de contento al centro del campo, celebrando también el gol. Entonces se da cuenta que sus compañeros se encuentran  cabizbajos y es el equipo contrario el que lo estaba celebrando. ¿Qué ha sucedido? Al fin se percató: ¡Había marcado el gol en propia puerta!