domingo, 30 de agosto de 2009

Philipp u. Crucita Imblon (München - Las Palmas de Gran Canaria)

Puerta del campo de concentración de Dachau (Munich), en la actualidad funciona como Memorial y Museo sobre el Holocausto.

Philipp nació cerca de Munich. De niño entraba a jugar al campo de concentración de Dachau. Lejos estaba él de conocer la tragedia que sucedía en su interior.

También estuvo viviendo en Landshut con su mamá, doña María, y con su hermano Albert.

Desde muy joven le gustaba viajar. Su primer viaje lo hizo de mochilero hasta el norte de Alemania. Posteriormente recorrió todo su país.

Trabajaba durante unos meses con el fin de reunir dinero que le sirviera para viajar a través de Europa. Conocía todos los Albergues Juveniles, donde entraba en contacto con muchos jóvenes europeos y de otros continentes, aventureros y con ganas de descubrir el mundo como él.

Había estudiado inglés y francés, pues entraba en el currículo escolar. Llegó a dominar estos idiomas, pues los practicaba en sus viajes o en el tiempo en que trabajó en una agencia de viajes o en la compañía de seguros Winterthur.

En uno de sus viajes conoció a un chico danés y decidieron viajar en bicicleta a España, con el fin de conocer nuestro país y para aprender el idioma de Cervantes.

Se matriculó en una academia en la ciudad de Málaga, donde en poco tiempo tuvo los conocimientos básicos para hablar y hacerse comprender en español. Allí conoció a una chica malagueña con mucho salero, pero estaba todo el día cantando, y a él no le gustaba eso, por lo que no congeniaron y se separaron.

Allí decidieron continuar el viaje hacía las Islas Canarias. Vendieron sus bicicletas en Cádiz y con el dinero que obtuvieron compraron sus billetes.

Tomaron el barco Villa de Madrid, de la Transmediterránea, y llegaron a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Islas Canarias.

Se alojaron en una pensión cerca del Mercado de Las Palmas y se dispusieron a recorrer la ciudad.

A principio de los 60 no llegaban aún muchos turistas, por lo que fueron unos adelantados a su tiempo, en Canarias.

En uno de sus paseos por la emblemática calle de Triana, conoció a una chica canaria, Crucita Quintana, de la que pronto se enamoró y se hicieron novios.

Él volvió a Alemania con la promesa de regresar para casarse con ella. Y así lo hizo, unos meses más tarde se casaron y regresaron a Alemania. Ella aprendió alemán muy pronto, pues asistió a varios cursos en la Universidad de Munich, y homologó su título de Maestra, con lo que pronto impartió clases en el país germano.

De viaje de luna de miel se fueron a la isla de La Palma. Llegaron a Garafía en un “coche de hora” (autobús de línea regular) y para salir tuvieron que hacerlo caminando, teniendo que subir y bajar siete montañas, pues no había otro medio de transporte en muchos días.

Otro día se fueron de acampada a las dunas de Maspalomas, cuando aún no llegaba ni un turista a la zona. Por la mañana él se levantaba para ir a comprar el pan cerca de la Viuda de Franco, en la antigua carretera del sur, y durante todo el trayecto decía que no se veía ni a una persona. Mientras Crucita se quedaba sola muerta de miedo, rezando.
Dunas de Maspalomas, sur de la isla de Gran Canaria, España.

Cada año trabajaban 6 meses en Alemania y luego volvían a Las Palmas de Gran Canaria, a disfrutar del maravilloso clima de las islas y para compartir con la familia. En este período también trabajaban, ella de maestra y él en una agencia inmobiliaria del sur de la isla de Gran Canaria.

Yo me hice muy amigo de Philipp, pues Crucita era mi prima. Posteriormente fuimos concuñados. Compartíamos el amor por los viajes, por los idiomas, por la lectura, por coleccionar sellos y por el ajedrez. Él disfrutó intensamente sus aficiones hasta que falleció en un hotel, en su amada Playa de las Canteras, donde en sus últimos años pasaba sus vacaciones

Philipp era un personaje muy especial, era un amigo de buena conversación, enamorado del idioma español, adoraba leer a Cervantes y a los demás clásicos, inteligente y disfrutaba de la vida intensamente.

Crucita falleció siendo aún joven, pues no llegó a los 40 años.

Philipp se casó en segundas nupcias con Edith Imblon (de soltera Huber) quien lo acompañó con mucho amor los últimos años de su vida.

Vaya mi recuerdo para este amigo que dejó huella en toda la familia.

Tengo tantas anécdotas y recuerdos de los viajes que hicimos juntos, o cuando lo visitaba en Alemania, o cuando él venía a Canarias, que podría escribir un libro.
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Fotos tomadas de la red





6 comentarios:

Paco Alonso dijo...

Interesante relato..te anímo a que esribas ese libro que dices

cálido abrazo

Paco Alonso dijo...

Interesante relato..te anímo a que esribas ese libro que dices

cálido abrazo

Soñadora dijo...

Juan Antonio, que bonita historia la que nos cuentas hoy. Así es la vida no? Uno ni imagina muchas veces lo que le espera a la vuelta de la esquina!
Besitos,

maracuyá dijo...

Bonitos recuerdos, Juan...la vida nos pone siempre a personas con las que vivimos intensos y bellos momentos.

Anímate a seguir contando.

Un abrazo grande

haideé dijo...

Un hombre lleno de vida. Gracias por compartirlo. Es bueno saber de personas así, cuantos más seamos mejor.

Un cariñoso abrazo :)

Anónimo dijo...

learned a lot